De la tradición a la innovación

18 de marzo de 2022 Por: Eduardo Serrano

La escultura y las instalaciones de Ricardo Cárdenas invitan simultáneamente a la contemplación y a la reflexión, dualidad no muy común en la escena artística contemporánea. Sus trabajos seducen por su presencia simultáneamente concreta y aérea, por las conexiones entre su forma, materiales, color y contenido, y por el poderoso imán que representan visualmente, estéticamente, el cual conduce al observador a detenerse, no sólo sobre las piezas en su totalidad, sino sobre los elementos que las componen.

Su obra es culta, informada, investigada, y en ella se resumen conquistas escultóricas de todo el mundo y de todas las épocas como corresponde con su contexto globalizado. En su apreciación cruzan por la mente buena parte de los aportes de la escultura moderna, desde la abstracción evocativa de formas naturales de Henry Moore y desde la insinuación de movimiento de los Estábiles de Calder, hasta la atención al entorno de los minimalistas y la posibilidad de penetración visual de las estructuras modulares de Negret.

A propósito de Negret, es conveniente precisar que, si bien su producción ha constituido una fértil influencia para la mayoría de los escultores colombianos posteriores dado su carácter enfáticamente geométrico, su admiración por la tecnología y su creatividad sin límites a partir de los mismos elementos, su trabajo, ha sido especialmente influyente para Cárdenas quien, en parte de su producción, acude al aluminio pintado y los tornillos, materiales similares a los de Negret, en consciente y franco reconocimiento de su fecundo ascendiente. Su escultura, sin embargo, se orienta hacia una meta totalmente diferente y propia, en la cual, tanto la luz y las sombras, como la profusión y el balance, se cuentan entre las consideraciones primordiales.

Su obra también recuerda el cohesionado desorden de las esculturas de Feliza Burztyn, ofreciendo un indicio acerca del interés del artista por la historia de la escultura en general, sea expresionista o geométrica. De hecho, algunas de sus obras parecen simultáneamente expresionistas y geométricas, puesto que, a pesar de su origen indeliberado y de esa controlada anarquía que hacen manifiesta permiten entrever un punto de partida calculado y preciso.

Ahora bien, aunque las obras de Cárdenas acuden a la tradición como a una fuente inagotable de recursos, ideas y conceptos, su trabajo es inequívocamente de esta época, puesto que su voluntad de homenajear a la naturaleza, de tomarla como la gran maestra de todas las construcciones humanas que compiten con ella por el espacio, implica una mirada contemporánea, tanto al arte como al planeta. Puede decirse que su producción es resultado de una implacable evolución en la cual se han ido desechando unas consideraciones y adquiriendo nuevas, así como planteando inquietudes propias del arte de estos tiempos.

Algunas de las obras construidas con base en módulos de aluminio pintados, son paralelepípedos perfectamente herméticos que obligan al observador a concentrarse en sus superficies de triángulos distribuidos con exactitud matemática, como si, en contravía de todos los escultores que -desde los constructivistas hasta Negret- han intentado abrir la escultura, mostrar sus entrañas, Cárdenas hubiera decidido -en este tipo de obras solamente- cerrarla y hacerla inescrutable. En contraprestación, son obras que espolean la curiosidad acerca de su interior, de su contenido, y que por lo tanto abren la imaginación hacia todo tipo de posibilidades.
La mayoría, sin embargo, son trabajos abiertos, logrados por la adición de pequeños módulos rectangulares orientados aparentemente de manera aleatoria en distintas direcciones, pero en realidad cuidadosamente distribuidos de forma que, entre uno y otro, el espacio y la luz complementan sus planteamientos. Además, los brillos y sombras que proyectan sobre sí mismos y sobre las áreas circundantes, enriquecen y prolongan horizontal o verticalmente los argumentos constructivos, dando la impresión de que pueden crecer indefinidamente.
Es manifiesto por consiguiente, que el artista no está dispuesto a mantener su búsqueda y experimentación en una sola dirección o a recortar su impulso expresivo por el prurito de consistencia propio del modernismo, y en parte por esta razón, al unísono con obras como las descritas, ha realizado también otras que avanzan en dirección distinta pero que mantienen su propósito de ocupar el espacio con formas que conllevan no sólo un contenido estético, sino extra-artístico, multidisciplinar, que interactúan con el entorno, y que, cuando es del caso, se interrelacionan conformando instalaciones cuyo tenor puede ser político, social o cultural.
Se trata de obras construidas con varillas metálicas, alambre y soldadura que reiteran que el concepto de escultura no es estable, pero que comparten sus orígenes con las obras en aluminio puesto que, en ambos casos, proceden de los dibujos de espontaneidad controlada, de líneas repetidas e impetuosas pero de la misma longitud, que le sirven, no sólo como boceto, sino experimentalmente.
La línea es su medio fundamental de creación, y es gracias a la línea que el artista “pre-ve” los planos, volúmenes, formas y espacios, que después resolverá mediante certeros cálculos estructurales, como corresponde con su carácter de escultor-constructor.
Todas sus obras entonces, se originan en la intención de objetualizar la línea, en la idea de darle cuerpo concreto a lo bidimensional, pero en los trabajos con alambres y varillas, la geometría y las formas definidas han cedido el paso a formas más etéreas, más livianas, que permiten al observador apreciarlas y al mismo tiempo traspasarlas visualmente.
Cárdenas ha utilizado así mismo la manguera de poliuretano y el zuncho plástico, materiales sin tradición artística pero que le proveen la consistencia, el peso o la seguridad requerida por algunas piezas, siendo claro que el artista no tiene inconveniente en moverse por todo el campo expandido de la escultura esbozado por la crítica Rosalind Krauss, con tal de encontrar los elementos propicios para expresar sus convicciones y materializar sus ideas.
En este tipo de obras se ha multiplicado el grado de liviandad y transparencia, y la línea es ahora una verdadera maraña de ires y venires, de vueltas y revueltas, con las cuales crea volúmenes que parecieran otorgarle forma y consistencia a la atmósfera. Se trata de piezas a primera vista amorfas, pero que siguen patrones naturales como los siempre cambiantes de las nubes, o como el de los nidos de las aves, trabajos que reiteran el carácter, más que evocativo, representacional, manifiesto en los títulos de su producción. En ocasiones, la sola distribución, escala y distancia entre las varillas ubicadas verticalmente, son suficientes para sugerir manglares o humedales, áreas vegetales que incrementan el rico repertorio, tanto poético como naturalista, que acompaña a la vertiente ingenieril de su obra.
Porque es claro que a la magia de la ingeniería, una profesión que en unión con el arte ha producido muchos de los más importantes monumentos de la historia, ha jugado un papel preponderante en el trabajo de Cárdenas, como lo han jugado sus conocimientos en metalmecánica manifiestos en la diestra manipulación de materiales. La escultura, y en general el arte de esta época, presta sus términos de referencia de muchas otras disciplinas pues se trata de prácticas abiertas, pero que no pierden el carácter no utilitario y altamente simbólico implícito en su esencia.

La obra de Ricardo Cárdenas, por su presencia al tiempo potente y elusiva, y por su carga de energía no sólo en su aspecto técnico sino emocional, constituye un logro sobresaliente de la escultura colombiana en el presente siglo. Pero no hay que olvidar que una obra de arte es más que los raciocinios que puede sugerir, más que un ejemplo de alguna teoría, y que su significado es más iluminante que cualquier aseveración acerca de lo que simbólicamente puede implicar. Por esta razón es importante acercarse a su trabajo desprevenidamente, sentir directamente su atractivo y dejarse llevar por los variados raciocinios que provoca, tanto acerca de las circunstancias de la vida y de la prodigalidad del mundo, como del potencial sensible e intelectual del arte.

Eduardo Serrano